¿Se acuerda de la chica más popular del curso? Vamos, claro que sí. Su palabra era ley. Si ella traía puesto algo, seguro que de inmediato se ponía de moda, era lo más in. Y si al contrario, era ella la que sentenciaba que estaba out, no había más vuelta que dar, lo estaba. Porque ella lo dijo. Demás está decir que era muy bella o por lo menos, se producía para estar siempre atractiva. Seguro era, además, intocable para los profesores, envidia del resto de las chicas, foco de atención de los varones y tenía una troupe, un grupo afín que cuando ella decía “vayan”, las otras tenían que estar volviendo.
Ella tenía una rival, seguramente. Tal vez no en el mismo curso, una promoción más abajo o más arriba. Una que le peleaba el título de la más popular del cole. Una que tenía su propio colectivo de seguidores al cual inquietar, grupo que, por esa ruleta inadivinable que es la percepción humana, creía que era ella y no la otra la diosa absoluta del establecimiento. Ella era la mosca en la oreja, la piedra en el zapato de la primera, y donde hubiera oportunidad de una eclipsar a la otra, seguro que los chicos del colegio tenían entretenimiento asegurado.
También estaba, claro, la que se desmarcaba de las primeras dos. No las envidiaba, simplemente a ella le daba lo mismo, porque vivía en su propio mundo. No era la mejor del curso, y no era la que andaba tirada en todo. Pero había algo en ella que nos llamaba la atención: tenía una belleza de esas que no deslumbran, pero que intrigan. No era la que elegiríamos ganadora en un concurso de belleza, pero era la que nos quedaríamos mirando y buscando si la viéramos en un bar o en una disco.
Pero seguramente recuerda también a la rebelde sin causa del curso. Para ser menos eufemísticos, la hippie. La chica cuya belleza desconocíamos porque nunca nos había dado el honor de mostrarse. La que tenía los libros y la música más rara, la que generalmente se sentaba al fondo, a veces llevaba una polera del Che Guevara y soñaba con iniciar la revolución. Unos cuantos la escuchaban y andaban con ella, pocos, pero fieles.
Bien, ahí tiene usted un pequeño ejercicio de personalización para plantearse la siguiente pregunta: ¿Quién de estas chicas mejor representa a su marca? Estos cuatro modelos son, si no lo ha adivinado todavía, arquetipos de las posiciones que puede ocupar su marca en la mente. Los señores Ries & Trout los definieron hace 30 años en su famoso Posicionamiento (si no sabe de lo que estoy hablando, deje de leer en este momento y busque ese libro por favor, o renuncie a su cargo de Gerente de Marca).
No responda tan rápido, tal vez le ayude recordar cómo era usted mismo en colegio: la naturaleza del ser humano hace que nos proyectemos tal cual somos en cada cosa que hacemos. Es importante pensar en la marca como en una persona, porque esto nos ayuda a darle forma a nuestro activo intangible de más alto valor. No se preocupe si su marca no puede ser la chica popular del curso: no todas pueden serlo, porque es una posición única. Si usted está dispuesto a pelear esa posición, sepa los riesgos que conlleva ese reto.
Como con las personas, lo importante es saber encontrar su propio lugar en el mundo siendo fiel a uno mismo. De otra forma, el mercado, su audiencia o su grupo de seguidores, simplemente cambiarán de canal… o de marca.